Ingresa en la RADE el profesor y dramaturgo Juan Mayorga Ruano
“Hagamos un teatro que la barbarie no pueda utilizar”, afirmó en su discurso el nuevo académico y premio Nacional de Teatro, entre otras distinciones
“El teatro es el arte de la reunión y la imaginación. Lo único que le es imprescindible es el pacto que el actor ha de establecer con su espectador”, afirmó el doctor Juan Mayorga Ruano al exponer su discurso de ingreso en la sección de Arquitectura y Bellas Artes de la Real Academia de Doctores de España (RADE), como académico de número con la medalla número 49, en un acto presidido por el titular de la corporación, Jesús Álvarez Fernández-Represa.
Director de la Cátedra de Artes Escénicas de la Universidad Carlos III de Madrid, autor teatral y premio Nacional de Teatro, el doctor Mayorga añadió que “es, en efecto, en el doble fingimiento del actor y del espectador, en ese contrato implícito conforme al que éste se hace cómplice de las mentiras de aquél, donde residen la esencia del hecho teatral y su fuerza. El corazón del teatro es ese ingenuo acuerdo que se establece entre el cómico y quien lo mira y escucha”.
El teatro, continuó “es el arte del encuentro —y, por tanto, del conflicto— entre un actor y un espectador, y todos los demás participantes—el autor, el director, el vestuarista, el escenógrafo, el iluminador, el músico…— tienen el importante pero subordinado trabajo de ayudar a que actor y espectador se encuentren—se enfrenten— en un compromiso de fingidores. Por eso, lo que distingue a los actores más grandes, antes que cualquier otra capacidad, es la de hacer del espectador su cómplice. La capacidad de hacer—desde el primer momento, y sobre todo en el primer momento, pues es entonces cuando se firma el invisible contrato— que el espectador quiera creer. La transfiguración se produce no en el escenario, sino en la imaginación del espectador. Sucede porque el espectador la desea, y la misión del actor consiste en provocar ese deseo”.
Pronunciar el silencio
El teatro, manifiesta el doctor Mayorga en su discurso Razón del teatro, es también “el arte de la palabra pronunciada. Autor y actor tienen, como el poeta, la misión de asaltar la palabra . De llevarla al límite”. Y a esta idea agrega: “El teatro es el arte del silencio del hombre. El teatro da a escuchar el silencio del hombre—sin el que no hay poesía—. En el teatro, el silencio se pronuncia.”
El lenguaje es, para Mayorga, “el asunto político más importante. La doble misión política del teatro, crítica y utópica, empieza por el lenguaje. En el teatro el espectador puede hacer experiencia de la grandeza y miseria de la palabra”. Y, más adelante, el nuevo miembro de la RADE ratifica que “el teatro es un arte político al menos por tres razones: Porque se hace en asamblea. Porque su firma es colectiva. Porque es el arte de la crítica y de la utopía. Examina cómo vivimos e imagina otras formas de vivir”.
Hacer del espectador un crítico es el objetivo del teatro que, según Mayorga, “no debe aspirar a convencer a nadie de nada. En vez de adhesión debe buscar conversación. No tiene que dar respuestas. Su misión es mostrar la complejidad de la pregunta y la fragilidad de cualquier respuesta”. Y es que, como propugna el recipiendario, “antes que proclamando la libertad, el teatro la defiende ejerciéndola”.
Al aserto de que el teatro es el arte del conflicto, como algunos mantienen, Mayorga suma “que no hay conflicto mayor entre los que el teatro puede ofrecer que aquel que se da entre los actores y el resto de la asamblea teatral”. “El conflicto entre dos partes puede producir razón aunque ninguna la tenga. El conflicto entre razones puede ser ocasión de que el espectador encuentre una tercera”, puntualiza.
Si la presentación de la violencia de un ser humano sobre otro es un desafío para cualquier arte, lo es especialmente para el teatro, plantea Mayorga, para concluir que, lejos de responder a preguntas sobre la violencia, la misión del teatro “es que el espectador haga experiencia de la complejidad de la pregunta y de la insuficiencia de cualquier respuesta. “Cumpliendo su misión, puede hacer al espectador más crítico y resistente; más resistente también contra la violencia de la obra a la que está asistiendo. Y más consciente de su propia violencia, actual o latente. Cuando eso ocurre, podemos hablar no solo de violencia como tema teatral, sino de un teatro contra la violencia”. Y, llegado a ese punto, clama: “Hagamos un teatro que la barbarie no pueda utilizar”.
Sin escritura no hay teatro, y éste vive en la tensión entre la escritura y su pronunciación, indica Mayorga. Pero, prosigue, “entre la escritura y su pronunciación siempre hay un espacio para la libertad. Por eso, los mejores actores reescriben el texto sin cambiar una palabra”. Y es que “los buenos actores son dramaturgos. Y la base de una experiencia teatral lograda son actores que comprenden la obra que interpretan”.
Un texto sabe más que su autor
El nuevo académico aseguró que, “cuanto más rico es un texto, más lleno de huecos a completar, de territorios a explorar, desconocidos también para quien lo escribió. Un texto sabe cosas que su autor desconoce”.
Definió al adaptador como un traductor obligado por dos fidelidades: “Al texto original y al espectador actual”, que se hallan en una relación tensa. “Su misión es doble: conservar y renovar. Y no se cumple mejor con la misión conservadora dejando intocado el original si el tiempo ha convertido éste en un objeto ilegible, esto es, si el tiempo ha hecho que el texto deje de ser texto. Ello carga sobre el adaptador una responsabilidad. Solo una intervención responsable, artística, puede hacer justicia al original. Solo ella puede despertar en el espectador la nostalgia del original. El adaptador no es un arqueólogo ni un cirujano plástico. Es un traductor. Para ser leal, ha de ser traidor”.
En el escenario caben todos los lugares y todas las horas, dijo Mayorga, para subrayar que “el espacio y el tiempo no están en el escenario, sino en la imaginación del espectador. Ella da a ver, sucesiva y simultáneamente, los tiempos de un espacio. Ella da a ver, en el cuerpo de un actor y en la duración de la obra, las edades de un hombre, esto es, el misterio del tiempo, que es el misterio del existir”.
Cuando entra en el teatro, expuso Mayorga, el espectador sufre un desdoblamiento. “En el teatro, así como en el sueño, uno puede encontrarse con lo que teme ser, con ko que quiso ser y no pudo ser; con lo que pudo ser y no se atrevió a ser. Como del sueño, del teatro no deberíamos salir más seguros, confirmados en lo que éramos, sino más inseguros y sabios. El mejor teatro nos pone en peligro. Deberíamos hacer teatro de modo que de él huyesen los cobardes”.
Autor prolífico y galardonado
Licenciado y doctor en filosofía y también licenciado en matemáticas, Juan Mayorga ha sido profesor de matemáticas en Madrid y Alcalá de Henares, profesor de dramaturgia y de filosofía en la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid, director del seminario “Memoria y pensamiento en el teatro contemporáneo”, en el Instituto de Filosofía del CSIC, y actualmente, dirige la Cátedra de Artes Escénicas de la Universidad Carlos III de Madrid, como manifestó la doctora Rosa María Garcerán Piqueras, presidenta de la sección de Arquitectura y Bellas Artes de la RADE, que contestó al recipiendario en nombre de la corporación.
Mayorga fundó en 2011 la compañía La Loca de la Casa, con la que, en 2012, puso en escena su obra La lengua en pedazos. Con el título Teatro para minutos ha reunido una treintena de textos teatrales breves. Ha escrito versiones de textos clásicos de Eurípides, Lope de Vega, Calderón, Shakespeare, Lessing, Zorrilla y Dostoievski, entre otros. Y es autor de casi treinta textos teatrales.
Sus obras han sido traducidas a treinta y dos idiomas, entre los que se encuentran árabe, chino, letón o turco, y representadas en treinta y seis países de cuatro continentes. Adaptada al cine, su texto teatral El chico de la última fila obtuvo los premios Concha de Oro a la mejor película y premio al mejor guión en el Festival de Cine de San Sebastián de 2012, además del Premio Fipresci de la crítica internacional en el Festival de Toronto de 2012, y el Premio al Mejor Guión de la Academia del Cine Europeo de 2013.
Además del Premio Nacional de Teatro, que recibió en 2007, ha sido galardonado con el Nacional de Literatura Dramática (2013), el Valle-Inclán (2009), el Ceres (2013), La Barraca (2013) y el Premio Max al mejor autor (2006, 2008 y 2009) y a la mejor adaptación (2008 y 2013).