Martín Almagro Gorbea confirma las raíces celtas de la literatura castellana y de la vasca
El eminente arqueólogo e historiador ha ingresado en la Sección de Humanidades de la RADE, con la medalla número 32
El estudio interdisciplinar que aportan diversas ciencias al campo arqueológico confirma las raíces celtas de la literatura castellana popular y de la vasca, a la que se atribuye una tradición euscalduna por motivos ideológicos, afirmó el doctor Martín Almagro Gorbea al ingresar como miembro de Número en la Real Academia de Doctores de España (RADE), con la medalla número 32, de la Sección de Humanidades, con su discurso Las raíces celtas de la literatura castellana. Presidió la sesión el titular de la RADE, Jesús Álvarez Fernández-Represa, acompañado del Secretario General, Emilio de Diego García, que respondió el discurso del recipiendario; y de Antonio González González, José María Martínez-Val Peñalosa e Ignacio Buqueras y Bach, presidentes respectivos de las secciones de Medicina, Ingeniería y Humanidades, respectivamente.
Como arqueólogo y prehistoriador, Almagro Gorbea, Académico de Número de la Real de la Historia, se siente atraído por la evolución de las culturas prehistóricas y los procesos de etnogénesis y de formación de los pueblos, que permiten comprender la evolución de la cultura humana que explica nuestra forma de ser y de pensar. Con ese afán ha estudiado los últimos milenios antes de Cristo de la antigua Hispania, en los que se forman los pueblos tartesios, iberos, celtas y vascos que, a través de la romanización y la islamización, constituyen las raíces etnoculturales y demográficas de España.
Los datos que ofrece la arqueología sobre este periodo se enriquecen, añadió, con la necesaria interdisciplinariedad de otras ciencias: historia y geografía de la antigüedad, epigrafía y numismática, lingüística, antropología, historia de las religiones, etnoarqueología y literatura, a las que se añaden antropología física y biología, demografía y técnicas de análisis arqueométricos de las ciencias físicas y naturales. No debe sorprender, apuntó, que se hable de literatura en culturas que desconocían la escritura o la usaban muy limitadamente, porque al ser su instrumento la palabra incluye las tradiciones orales previas a la escritura.
Pueblo de estirpe europea
Los celtas, cuyas tradiciones literarias ha analizado el académico, eran un pueblo de estirpe indoeuropea que formaban la base étnica y cultural de todo el occidente de Europa, incluida gran parte de la Península Ibérica, donde, desde el tercer milenio antes de Cristo, existían poblaciones protoceltas muy arcaicas extendidas entre las regiones occidentales atlánticas hasta la meseta y el Sistema Ibérico, así como desde Galicia a todo el País Vasco, un área que constituía la llamada Hispania Celtica. Celta es un concepto etnocultural complejo, variable en el tiempo y el espacio, cuyo estudio es campo de la historia antigua, la lingüística y la arqueología, a las que hay que añadir las tradiciones etnológicas, que incluyen los restos conservados de la literatura oral céltica.
La literatura celta es centro del interés de los expertos desde el siglo XIX, que consideran como tal la escrita en lenguas goidélicas -irlandés, gaélico escoces y manés-, o britónicas -galés, córnico y bretón-; y en el continente, entre galos, leponcios, ligures, réticos e hispanoceltas, de los que destacaban los celtíberos. De estas lenguas quedan testimonios epigráficos en estelas de piedra, bronces, cerámicas o monedas.
Recorrió el nuevo académico la literatura celta de Irlanda, de transmisión oral, con la que bardos y poetas componían cánticos sobre el origen divino y el poder sobrenatural de sus héroes, que culmina en la novela medieval caballeresca de Bretaña. Literatura céltica existió también en Escocia, Gales y Bretaña. En esta última, a partir del siglo XI, trovadores errantes extendieron por Europa relatos mítico-históricos celtas, con leyendas como Tristán e Isolda, El Rey Arturo y los Caballeros de la Tabla Redonda y El Santo Grial. “Su influencia es evidente en libros de caballerías que inspiraron la obra máxima de nuestra literatura, Don Quijote de la Mancha, cuyas remotas raíces celtas tantas veces pasan desapercibidas”.
Liras representadas en las estelas de guerrero aparecidas en Extremadura y en Luna (Zaragoza), textos celtibéricos en bronce relativamente largos, la evidente continuidad de tradiciones y costumbres conservadas hasta los siglos IX y X por poblaciones celtas desde Burgos y Soria al norte de Guadalajara, autores latinos que hablan de cánticos épicos guerreros de lusitanos, cántabros o galaicos en sus lenguas bárbaras y escenas iconográficas, testimonian la existencia generalizada en la Hispania Celtica, desde el II milenio antes de Cristo, de poemas épicos con episodios de combates de campeones y otros temas, y seres fabulosos comparables a los poemas galos e irlandeses. Lamentablemente, subrayó Almagro Gorbea, no tuvieron continuidad los estudios pioneros de Joaquín Costa, que reivindicó la existencia de cantares de gesta castellanos a través de creaciones épicas que perduraron en la literatura popular española. Sin formar poemas completos, estas pervivencias se conservan en episodios de obras como El cantar de Mío Cid, el Poema de Fernán González, el Cantar de los Siete Infantes de Salas o la Gesta de las Mocedades de Rodrigo, así como en algunos romances castellanos.
Narraciones vascas de carácter celta
A los testimonios en la épica castellana se suman las narraciones histórico-míticas sobre el inicio de los “reinos” cristianos en Vizcaya y Navarra, transmitidas en la época bajomedieval, cuyas características y estructura proceden de poemas celtas prosificados, pues ofrecen detalles que no pueden explicarse de otro modo, advirtió el recipiendario. En estas leyendas destaca como protagonista un joven guerrero que vence y consolida el reino y se convierte en creador de la dinastía, como el “héroe fundador” de la época prerromana. Propugnó el nuevo académico el estudio crítico de estas creaciones literarias, tanto de sus fuentes y su evolución como de sus temas, relacionados con las creencias animistas de la rica y abundante mitología de la Hispania Celtica, que confirman las raíces celtas de gran parte de España y contribuyen a conocer las creencias célticas prerromanas, transmitidas por medios orales.
La literatura del País Vasco, según el conferenciante, “afronta la dificultad de que la religión y los mitos atribuidos a los vascones no se han diferenciado de los pertenecientes a los pueblos celtas que habitaban el territorio vasco en la antigüedad, y la misma confusión se observa en las creaciones literarias”. El País Vasco, poblado por várdulos, carisios y autrigones, formaba parte de la Hispania Celtica, mientras que los vascones, precedentes de los actuales euscaldunes, habitaban las áreas pirenaicas de Navarra hasta el Pirineo Central y buena parte de la Aquitania. Por ello, prosiguió, “gran parte de lo que se considera literatura vasca, pues se atribuye sin más a la tradición euscalduna, forma parte de la literatura de la Hispania Celtica, hecho acorde con el carácter celta de las poblaciones del País Vasco en la antigüedad”.
Esta confusión ha dificultado la correcta interpretación de las narraciones conocidas, “al considerarse todas de origen euscaldún por prejuicios ideológicos, frente a los datos objetivos que ofrece su análisis. En esta literatura celto-vasca aparecen númenes y dioses antropomorfos, gigantes y animales característicos de la religión celta, el caballo, el toro, el jabalí, el carnero, la cabra, el perro, la serpiente, el buitre, etc., además de monstruos míticos, como el dragón. También son celtas los gentiles y moros y las lamiak o lamias, seres femeninos con cuerpo de mujer y extremidades inferiores de pez como las sirenas que habitaban las fuentes, ríos y cuevas”.
Diversos relatos histórico-míticos sobre el origen de los señores de Vizcaya confirman el profundo carácter celta del País Vasco, que conservó hasta la Alta Edad Media la tradición épico-histórica hispano-celta, como evidencian los protagonistas, la trama y numerosos detalles. Del personaje heroico histórico-mítico, fundador de una dinastía y de un pequeño estado, existen varias versiones, como Froom, Juan Zuria o Diego López, Señor de Vizcaya, quienes, en su época, serían considerados como un rikx o rey celta, pues se asocian a ritos de entronización real relacionados con el Árbol de Guernica, característicos de la ideología y la religión celtas. Y el mismo esquema de tradición épico-mítica ofrece Sancho Abarca en Navarra, origen de la dinastía del mismo nombre. Estas narraciones sobre el origen del Señoría de Vizcaya y de Navarra deben considerarse celto-vascas por su origen y temática, y deben asociarse a las conservadas en los más antiguos cantares de gesta castellanos, pertenecientes a este mismo periodo y con protagonistas y argumentos muy parecidos, como el Cantar de Fernán González, el Cantar de los Siete Infantes de Salas, la Gesta de las Mocedades de Rodrigo y diversos episodios del Cantar de Mío Cid.
El conjunto de estas narraciones histórico-míticas celto-vascas constituyen, “una importante aportación para conocer los verdaderos orígenes de la literatura vasca al margen de los tópicos preestablecidos y, en un sentido más general, ilumina los complejos orígenes de la literatura castellana, entre los que hay que incluir estos precedentes celtas que hasta ahora habían pasado desapercibidos”, concluyó Almagro Gorbea.
Una pasión heredada de su progenitor
La afición por el estudio de los primeros tiempos de la humanidad es una pasión heredada de su progenitor, Martín Almagro Basch, uno de los más importante arqueólogos españoles del siglo pasado, manifestó Emilio de Diego García al contestar el discurso de ingreso de Almagro Gorbea.
El recipiendario se licenció en Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid, en 1969, donde se doctoró, en ambos casos con premio extraordinario, en 1973, con la tesis El Bronce Final y la Edad del Hierro en la Meseta Sur. Tras ingresar en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, fue Director del Museo Arqueológico de Ibiza, Conservador del Museo Arqueológico Nacional y Director de la Escuela Española de Historia y Arqueología de Roma, donde refundó su revista científica Itálica y publicó El santuario de Juno en Gabii, así como Los telegramas entre Franco y Mussolini, conservados en archivos italianos. En 1998 fue llamado a la dirección del Museo Arqueológico Nacional, cargo que había ocupado su padre.
Ha sido profesor adjunto del Departamento de Prehistoria de la Complutense de 1968 a 1976, año en que ganó la cátedra de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Valencia, de cuyo departamento fue Director. En 1981 accedió a cátedra en la Complutense, donde ha sido Director del Departamento de Prehistoria. En ella fundó la revista Complutum y dirigió numerosos trabajos académicos, entre ellos 39 tesis doctorales. En 1995 fue elegido Académico de Número de la Real Academia de la Historia donde, desde prácticamente su ingreso, es Anticuario Perpetuo. Como investigador, ha desarrollado numerosos trabajos de campo, en España, Italia, Irlanda, Córcega, Alemania, Nubia y Francia. Ha desempeñado destacadas actividades relacionadas con proyectos del Patrimonio Cultural e intervenido en grandes exposiciones nacionales e internacionales. Es autor de 20 libros, 351 artículos y colaborador de 188 obras colectivas. Es miembro de diferentes asociaciones e instituciones académicas extranjeras y nacionales, entre otras, de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País.